La belleza del paisaje {Dominique Weasley}

El otoño era fantástico. Las hojas caían de los árboles y las calabazas florecían en los huertos. Ted salió del castillo y emprendió una caminata que lo llevaría directo a quién sabe donde. Sus pies se movían por cuenta propia mientras el joven maestro escuchaba con placer el crujir de las hojas bajo sus zapatos. El otoño era su estación favorita, odiaba el calor y en otoño aún no hacía suficiente frío como para mantenerlo dentro por horas. Por tal motivo, aprovechaba el tiempo para dar sus paseos habituales. El aire libre era una delicia para el muchacho, nada como pasar el tiempo lejos de los ruidos de los interiores.

Con las manos metidas en los bolsillos de su gabardina, el joven siguió los caminos del castillo hasta llegar al puente. Ted caminó hasta la mitad del lugar y ahí se quedó, recargando su peso en su pie derecho y apoyando la cadera y la cabeza en uno de los pilares. Suspiró y se llenó los pulmones de aire y los ojos de la hermosa vista que ofrecía el sol del atardecer. Hacía no mucho había vuelto a Inglaterra y aunque a veces añoraba los trabajos realizados en Rumania, se encontraba mucho mejor en el país que era su hogar. Sin mencionar que las personas que quería ahí estaban.

Del bolsillo, sacó una rana de chocolate y al abrirla, atrapó al animalito antes de que saltara y cayera al agua. Mientras le daba una mordida, sacó la tarjeta. Newt Scamander. Ted suspiró con desgana, siendo aquel mago el que escribió Animales Fantásticos y Dónde encontrarlos, Ted ya sabía lo que la tarjeta contendría. La dejó sobre el barandal y siguió disfrutando de su chocolate con ánimo. Las ranas de chocolate eran su fascinación, cuando era muy chico, su abuela solía prohibirle comer tantos dulces, así que se limitaba a darle una o dos a la semana. Cuando llegó a Hogwarts, no dudó en comprar unas cuantas más. El viento arreció y la tarjeta voló antes de que el joven pudiera recuperarla. La miró hasta que se perdió en las aguas y suspiró con resignación.

- Gone with the wind just like a leaf that has blown away.
Gone with the wind, my romance has flown away

La letra de aquella canción le vino a la cabeza al observar el pequeño pedazo de cartón y tarareó en susurros el coro.

Había terminado con aquel libro con el cual me había encaprichado tan pronto lo había visto en el escaparate. Prefería gastar mi dinero en libros, y luego en ropa. Aquella historia había sido una de las mejores que había podido leer. Pócima del azar me había regalado aventuras y amores, tristezas y emociones. Pero ahora lo había concluido y no tenía nuevas lecturas en las que sumergirse tras los deberes. Así que había decidido que lo mejor era dar un paseo antes de que el aburrimiento se apoderara de mí.

A pesar de que el otoño no era una de mis estaciones favoritas disfrutaba de ella. Ver como el color de las hojas se tornaba anaranjado me hacía pensar en el constante cambio que vivíamos. Me gustaba creer que para todo había un explicación, pero parecía no siempre la había. Aun así, creerlo me hacía sentir segura.

Caminaba por los pasillos observando a mis compañeros ir y venir. Quería sentir la brisa acariciar mi cuerpo y jugar con mi cabellos así que decidí salir. Hacía frío, pero no el suficiente para mantener a todos dentro del castillo. Siempre me parecía una época entre la tristeza y la alegría, un intermedio. Las nubes que generalmente cubrían el cielo no ayudaban a mejorarlo.

No sé cuando termine llegando al puente, pero me pareció perfecto. La mayor parte del trayecto había evitado observar hacia adelante pero cuando alcé la mirada pude notar a una persona a la mitad del mismo. Mientras más me acercaba me di cuenta de quién se trata. Cuando fui totalmente consciente apresuré mi pasó para llegar a su lado.

-¡Teddy!- dije mientras le abrazaba. Aunque luego lo pensé mejor. Ahora no estaba entre nosotros como un alumno más Era ahora profesor y suponía mantener distancia con los estudiante, aunque no me importaba tanto. Era mi mejor amigo y reacciones como esas no podían evitarse fácilmente. -¿Qué haces aquí?- pregunté curiosa mientras una sonrisa adornaba mi rostro.

Ted estaba sumido en sus propios pensamientos cuando escuchó que alguien lo llamaba. No había que ser un genio para saber de quién se trataba, pues reconocería aquella voz en donde fuera. Movió su cuerpo para encarar a su mejor amiga cuando sintió como ella se lanzaba a sus brazos de manera irreflexiva. Ted soltó una breve risita ante aquella reacción y correspondió al abrazo con cariño, con la suficiente fuerza que demostrara su emoción por verla, pero tampoco la necesaria para lastimarla.

- Hola, Minnie - correspondió al efusivo saludo con aquel mote cariñoso que alguna vez había escuchado de los labios de la hermana mayor de Dominique. Si bien Ted estaba consiente de que su trabajo como profesor le prohibía tal contacto con sus estudiantes, el muchacho encontraba difícil no demostrar el afecto que sentía por los jóvenes Weasleys, que eran como su propia familia. Esperaba que su relación con ellos no les causara problemas, ni a ellos ni a él mismo. Pues Ted estaba seguro de lo que haría y que su posición no afectaría su relación con la familia.

Ella preguntó por el motivo que lo había llevado ahí y Ted se alzó de hombros con filosofía. Cuando daba sus paseos, no pensaba en el destino que le deparaba, sino en disfrutar del momento.

- No tengo la menor idea, ¿y tú? ¿no deberías estar haciendo deberes? - preguntó él a su vez mientras sacaba otra rana de chocolate y se la tendía a su mejor amiga. No importaba la diferencia de edad que tenía con Dominique, desde muy niño, el castaño le había tomado un gran cariño a la menor de las hermanas Weasley Delacour.

Ted correspondió a mi abrazo con fuerza y cariño. De todos los abrazos el de él era especial. No porque fuera mi mejor amigo, o lo conociera de toda la vida sino que era el único capaz de envolverme con calidez. Siempre había sido difícil de explicar, pero era verdad. Por un momento aspire su aroma y luego volví a la realidad. –Ya terminé los deberes- respondí mientras tomaba la rana de chocolate que me ofrecía Teddy; Y a tiempo que abría el paquete dije –Y además, acabo de terminar con una buena lectura y no tenía nada mejor que hacer- En aquellos momentos no sabía donde había ido a parar Victoire. Por eso terminé por salir de la Sala Común – Me pareció una excelente idea dar un paseo. Hace buen clima- expresé por último, antes de darle un mordisco al chocolate.

Una brisa se abrió paso por el puente e hizo bailar la falda de mi vestido, revolvió mis cabellos y acarició mi piel. Recordé entonces cuando éramos niños. Era un día con un clima parecido al de hoy allá en el hogar de los Potter. Todos los Weasleys estábamos reunidos, y algunos invitados. Recuerdo estar sentada sobre el césped. Debía tener unos ocho años. Victoire había ido en busca de algo para comer y me había dejado en el jardín escribiendo un poema. Justo cuando lo había terminado una ráfaga de viento lo había hecho volar de entre mis manos. No pude evitar sentirme triste pues, en aquel entonces, había pensando que era lo mejor que había escrito. Ahora lo releía y no me parecía tan grandiosa mas aun así era bueno.

Algunas lágrimas se habían escapado. Desde aun más joven, la literatura, el arte y la poesía se habían vuelto mi pasión. Lo mejor del recuerdo era cuando Teddy se sentaba a mi lado con el pergamino entre manos. Lo había salvado y, como había hecho al encontrarle aquí, le abracé con efusividad y alegría. –¿No piensas que hace un agradable clima?- pregunté volviendo al presente. -¿Y cómo se siente ser profesor?-

Desde que Ted tiene memoria, los Weasley y los Potter han sido parte importante de sus recuerdos, más especialmente, aquella hermosa rubia. Dominique siempre había sido extraordinariamente amable con él y desde muy pequeños ambos habían mostrado una actitud cariñosa y protectora el uno por el otro. Con el tiempo, aquella confianza no había disminuido, al contrario, se había incrementado y Ted sabía que podía contarle lo que fuera a Dominique y viceversa, jamás habría nada que pudiera romper el lazo que había entre ambos.

- A ti no te duran nada los libros, pareces todo un ratón de biblioteca - bromeó Ted mientras despeinaba cariñosa y molestosamente a Dom - pero me alegra que hayas salido a pasear, tu compañía siempre me viene bien, hermosa - añadió mientras la atraía hacia sí y besaba su sien. Siempre se había mostrado cariñoso con ella, y pensar que de ahora en adelante tenía que reservarse, le molestaba un poco.

- Sabes que este es exactamente el tipo de clima que me gusta - respondió a su pregunta y al oír la siguiente, Ted se rascó la barbilla unos momentos mientras reflexionaba la pregunta. Jamás se había imaginado que acabaría como profesor en Hogwarts, pero sin duda era un trabajo que le gustaba, pues le daba la oportunidad de estar con los animales que tanto le gustaban y además podía transmitir lo que sabía - pues...es algo extraño ¿sabes? Muchos profesores creen que soy demasiado joven y además piensan que seré parcial...por la relación que tengo contigo y tus primos - terminó con el ánimo un poco bajo. Él quería mucho a todos los Weasley y sería un profesor justo, pero le fastidiaba que la gente lo juzgara por ser joven y además, con "preferencias" por algunos alumnos

Por algo Dominique era su "prima" consentida, ella siempre lo escuchaba y aún cuando era más joven que él, le daba consejos que lo ayudaban mucho. Escuchar de sus labios que haría un buen trabajo como profesor, lo reconfortó bastante. Lo importante no era que los profesores creyeran si podía o no hacer las cosas, la meta de Ted era que sus alumnos aprendieran, si lo conseguía, lo demás era dispensable.

- Ya decía yo que por algo eres mi mejor amiga - bromeó él mientras seguían abrazados, Ted acariciaba con gesto ausente el brazo de Dominique, su cercanía le gustaba, se sentía muy a gusto cuando la menor de las Weasley se encontraba a su lado. Era tan fácil ser él mismo cuando ella lo escuchaba. - Pero realmente agradezco que me digas eso. El otro día hablé con Harry al respecto, me dijo que tenía su apoyo y que no importaba lo que los demás profesores dijeran, pero que sí debía de demostrar que soy justo y que no beneficio a nadie por mis relaciones personales - le comentó a su amiga.

El siguiente comentario de Dominique hizo que Ted soltara una carcajada. No le sorprendió que ella lo previniera sobre las alumnas en desarrollo hormonal, él mismo ya había considerado el punto y sinceramente dudaba que pudiera haber una jovencita que pudiera hacerle perder el piso.

- ¿Tan débil crees que soy? Vamos, he vivido alrededor de dos veelas y aún sigo de pie. Unas adolescentes con hormonas alborotadas no serán problema para mí - Ted bromeó con ella haciendo referencia a los genes veela que corrían por las hermanas Weasley Delacour. - Además, ni que fuera tan guapo como para tener admiradoras, verás cómo es que estás exagerando - para rematar, Ted cambió el color de su cabello por un amarillo fosforescente - listo, así nadie querrá al excéntrico profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas - le guiñó el ojo antes de volver a reír.

Me alegraba saber que mis palabras podían servir de algo. Seguíamos abrazados mientras, de vez en vez, dejaba volar mi imaginación y que los recuerdos y pensamientos fantasiosos se apoderaran de mi mente. A pesar de eso era totalmente consciente de las palabras de Teddy. Nunca había logrado descubrir porque era capaz de soñar despierta sin perder el hilo de la conversación. Y como igual prestaba atención a otra cosa y seguía la conversación de quien me hablaba.

Mi comentario acerca de las chicas le había hecho soltar una carcajada. –No creo que seas débil. Y sigues en pie porque no somos veelas. Los genes son tan escasos en nuestra sangre.- En ocasiones deseaba ser como mi madre. A quien en sus años de adolescencia le llovían pretendientes. No había malo querer ser notada un poco más por el sexo masculino. Siempre había pensado que Victoire era quien más se llevaba la atención, y no me molestaba en lo absoluto. Yo vivía para y por los libros, y tal vez eso no resultara atractivo para lo hombre, o al menos no para todos. Aun así, eran solo deseos efímeros.

Escuché sus palabras y observé como cambiaba el color de su cabello. – Haz de saber que no importa el color de tu cabello, excéntrico o no, sigues viéndote tan guapo como siempre- expresé dedicándole una sonrisa. –Aunque prefiero tú cabello castaño. Pero siendo sincera, creo que te verías de maravilla con el de color azul- El azul era uno de mis colores favoritos. Me recordaba al cielo y al mar, y por alguna razón a todos las posibilidades existentes. Mi mente siempre lograba hacerse de los pensamientos más extraños.

Ted negó con la cabeza cuando Dominique declaró tener muy poco de veela en sus genes. Quizás su amiga no era una veela completamente, pero aquello no le quitaba encanto. Victoire y Dominique habían heredado por completo la belleza de su madre y el buen corazón de su padre. Ambas eran muchachas hermosas que no necesitaban de los genes de veela para sobresalir por su hermosura, tanto interior como exterior.

- Entonces eso es aún mejor, eres una muchacha muy hermosa por ti misma y por lo que eres, Minnie, cuando los chicos se fijen en ti será por lo que eres realmente, no por lo que tienes en tus genes - Ted comentó, adivinando un poco por dónde iban los pensamientos de su amiga. Ya llevaban años siendo íntimos amigos y ahora no podían ocultarse las cosas, por más que lo desearan.

Una cosa era que él admitiera que Dominique era hermosa, y otra que ella le dijera que era guapo. Ted no estaba acostumbrado a ese tipo de halagos, pues realmente no había muchas chicas en su haber. Ella le comentó que el azul le vendría de maravilla y, por complacerla, el muchacho cambió el color de su cabello por uno azul. Sí, definitivamente ser metamorfomago tenía sus grandes ventajas...y era muy divertido.

- Bueno, te agradezco mucho tus consejos sobre moda. Lamentablemente, si algún otro profesor me ve así, pensará que soy un inmaduro o que no puedo controlar mi magia - repuso el joven con algo de fastidio mientras volvía a su castaño original. - Y dime, bonita, de seguro tienes a muchos chicos babeando ¿algún pretendiente al que tenga que ir previniendo? - preguntó con verdadero interés por su amiga.

Me conocía tan bien, que no me sorprendió que adivinara mis pensamientos. –Tal vez- comencé a decir sintiéndome insegura porque los chicos jamás habían sido mi especialidad, por decirlo de alguna manera. Tal vez en toda mi vida había sentido algo por dos chicos, y estaba segura que por uno de ellos persistía algo que no pasaba de atracción. Tal vez y tal vez no, puesto que no estaba segura de mis propios sentimientos. Porque a pesar de ser capaz de descifrar con cierta facilidad el de los demás, los míos eran un misterio. Aunque cuando meditaba con profundidad admitía que los ignorabas a sabiendas, porque como siempre, me hacía sentir más segura. Y no es que fuera un joven insegura, para nada solo que cuando se trataba de algunas emociones prefería desconocerlas antes que sufrir un desilusión.

No sabía de dónde había sacado todas aquellas costumbres. Ni porque, a pesar de admirarlo, el amor era un sentimiento tan confuso para mi persona. Ni mi miedo a la desilusión, en todos los aspectos cabe aclarar. A veces yo misma me consideraba extraña. Pensaba en tantas cosas al mismo tiempo que creía que alguna vez sufriría un corto circuito. -¿!Chicos babeando por mi!? Ni en mis más dulces sueños- expresé mientras adquiría un semblante triste, mas intente ocultar esa repentina tristeza con una sonrisa.

Por un momento quise esconderme en el pecho de Teddy y poner mi mente en blanco. No pensar en nada, no analizar y tampoco perderme en inútiles fantasías.

Ted se sentía mal, no sabía qué poder decirle a Dominique con respecto a los chicos y a la seguridad. Él no era el paradigma de la seguridad en sí mismo, así que tampoco podía decirle algo que no supiera, pues sería bastante injusto para su mejor amiga. Así que suspiró y abrazó a la rubia con ternura, acariciando su rubio cabello con ademán consolador.

- Ánimo, preciosa, ya encontrarás a alguien que valga la pena, créeme, fuera de Hogwarts hay un mundo y tú, siendo tan genial, tendrás miles de pretendientes - aseguró él con una sonrisa dulce y animosa. No quería ver a su Dominique tan triste. Ella era como una hermanita pequeña y no le gustaba verla sufrir, menos por un tema como el que era las relaciones con los muchachos.

- Además, no deberías preocuparte, tu padre no te dejará salir con nadie hasta que cumplas 35...y yo pienso apoyarlo incondicionalmente - prometió Ted, obviamente, en broma. Lo único que deseaba era que la conversación se desviara un poco para no hacer sentir aún más mal a Dominique. En esos momentos, Ted quería darse de topes contra la pared por haber preguntado.

- ¿Me perdonas por ser tan bobo, Minnie? no quería hacerte sentir mal - pidió él, tomando una mano de su amiga entre las suyas y besándola galantemente

“Fuera de Hogwarts hay un mundo” era cierto, y me emocionaba la idea de que el próximo año concluyera mi estadía en el castillo. Sabía lo que quería hacer con mi vida. Tenía muchas metas y objetivos claros. No duba que los lograría todos mientras me esforzara. -¡Hasta los 35!- negaba con la cabeza. No pensaba esperar hasta tal edad para comenzar a salir con chicos. –Ten por seguro que si llego a los 35 soltera, pienso quedarme igual hasta la muerte- Sabía que Teddy no querría eso, pero de mi padre no lo dudaba. Y que si por él fuera jamás dejaría la casa. Cosas de padres.

Teddy tomo una de mis manos para depositar un beso mientras pedía disculpas. –Puede ser que te perdone, pero a lo mejor no-[/i] dije intentando reprimir una sonrisa. Claro que no lo decía enserio solo que me gustaba molestarle –[i]Sabes que no hay nada que perdonar. Tu nunca me harías sentir mal.- expresé con sinceridad. Ted era, tal vez, el único capaz de alegrarme en los peores momentos. A veces, de tan solo verle sonreír yo lo hacía también.

-No puedo creer que este sea mi último año- Era increíble como pasaba el tiempo. Recordaba cuando apenas éramos unos niños ingenuos. Recordaba cuando había sido seleccionada para la casa de las águilas. Mi primer hechizo y ahora estaba a punto de graduarme. Era casi todo una mujer.