Vientos del azar (Matthew)

Mientras caminaba por los pasillos del castillo repasaba en mis adentros la última lección de transformaciones. A pesar de ser Ravenclaw, no me gustaba repasar mis apuntes constantemente. Todo lo guardaba en la memoria, no necesitaba de notas para recordarlo. Esa uno de mis talentos, y agradecía haber nacido con el mismo. Sabía que no todos eran capaces de aprender con la rapidez y facilidad que yo, y a veces podía desesperarme mas intentaba mantenerme serena y ayudar a aquel que lo necesitase.

Por otro lado, el otoño era evidente en las fuertes brisas que venían de vez en vez. Mientras me dirigía hacia los jardines mis cabellos danzaban al son del viento. Sostenía fuertemente entre mis brazos un libro. Era literatura romántica. No se trataba de una novela rosa muggle. Se titulaba “Pócima del azar” y tocaba temas de los más variados. Hablaba de lo incierto del amor y como llega cuando menos te lo esperas. Resultaba atractiva, interesante y entretenida.

No habían demasiados alumnos en los predios. Uno que otra aquí y allá. Reunidos en grupos pequeños charlando o estudiando, algunos otros bromeando. Para mí suerte, no hablaban en voz alto o en grito, como muchas veces pasaba. Así que busqué un banco solitario donde pudiera sentarme y leer en tranquilidad.

El cielo estaba cubierto por algunas nubes grises, ligeras lo que permitía saber que no llovería pronto o solo sería una corta llovizna. Lo que no parecía cesar era la brisa que una y otra vez provocaba que mis cabellos se fueran hacia el rostro impidiéndome leer. Saqué una goma para mis cabellos e intentar amarrarlos en una coleta, pero el viento se la había llevado consigo.

La goma para el cabello era un objeto tan insignificante que no valía ir la pena tras él. En vez de eso, intente continuar con mi lectura. Quería llegar a la mitad del libro, al menos, puesto que sabía que las clases se pondrían más y más difíciles. Eso me permitiría menos tiempo para la lectura y deseaba terminar aquél cautivador libro. Desde que lo había visto en la estantería de la tienda me había encaprichado con él. Su mágica portada y su sinopsis bien redactada habían sido suficientes para que lo comprara enseguida. Sabía que tras concluirlo se perdería con el resto de mis libros en la repisa. Pero la historia jamás abandonaría mi memoria. Porque, aún sin terminarlo, sabía que la amaría. Solo bastaron las primeras oraciones para predecir que sería una lectura exquisita.

Pocos segundos tras el incidente sentí una presencia a mi lado y luego escuché su voz. Alejé la mirada de las palabras y decidí observar al joven. Sus ojos eran de un azul cautivador, azul que me hacía recordar al mar. –No importa- respondí a sus primeras palabras en tono cortés. Su cabello parecía rozar el negro, pero debía ser de un castaño oscuro.

Entre su mano reposaba mi goma. Una amigable sonrisa se pinto en mi rostro mientras estiraba la mano izquierda, pero no tomaba el objeto. –Efectivamente, es mío. Gracias- dije sin borrar la sonrisa ni tomar la goma. Me parecía más adecuado esperar a que él depositara la goma en mi mano.

Le vi cruzar los brazos sin entregarme la goma y me sonrisa se esfumo del rostro. Ahora le observaba con curiosidad. Sin duda no era la reacción que había esperado, pero quería saber que haría luego. Vi como sus labios se curvaban en una sonrisa divertida, tal vez burlona, mientras realizaba su pregunta. –Sería un buen gesto- le expresé sin quitarle los ojos de encima. Cerré el libro y lo coloqué sobre mi regazo sin bajar mi mano izquierda.

Después de unos segundos me entregó la goma, pero sus palabras me parecieron burla - ¿Te burlas de mi?- pregunté seria. Tal vez me equivocaba, pero aquellos gestos y palabras no habían sido lo correcto. Parecía burlar de mi actitud y no me gustaba que lo hicieran. Que mis modales parecían de antaño, era totalmente cierto y jamás lo había negado. Pero no le daba a nadie el derecho de burlarse.

Cerré la mano en un puño para luego recoger mis cabellos en una coleta. Hacia algo de frío, pero no el suficiente para que no disfrutara del clima. Y comencé a notar que había menos gente en los alrededores. Rápidamente volví mis orbes al joven a mi lado, esperando a que respondiera. No me gustaría saber que efectivamente se burlaba de mí porque entonces habíamos comenzado con el pie izquierdo. Generalmente era una joven afable, pero cuando me hacían molestar era totalmente diferente. Lo había heredado de mi madre.

Nuevamente no me había equivocado, porque pocas veces lograba hacerlo. Seguía sin sorprenderme aquello. Pero era suficiente para volverlo interesante. Rápidamente comencé a formular teorías. Tal vez había amado y su corazón le había destrozado. Traicionado por una bella joven de intenciones maliciosas. Y ahora que no quedaba nada, y su corazón hecho pedazos, se forzaba a sí mismo a creer que el amor era un sentimiento totalmente imaginario. A lo mejor no había sido él quien había sufrido directamente. Podía ser culpa de sus padres, porque me negaba a creer que no existía una razón para aquel pensamiento.

-Pues pretendo conocerte y entenderte, eso si me lo permites- dije esperando recibir una positiva. En estos instantes me resultaba un joven enigmático. – Y puedo preguntar por qué para ti no existe tan bello sentimiento. Siendo consciente que a su retirada deja tristeza y sufrimiento.- No pretendía conocer a cabalidad ese sentimiento, jamás porque no lo había sentido por alguien que no fuera mi familia. Y es curioso que cuando se habla de amor generalmente nos referimos a ese romántico, ese que no he llegado a concebir.

Lo más cercano a eso que había sentido, o sentía, era atracción. Atracción por el sexo opuesto y por alguien en especial. Aunque, a pesar de sumergirme en fantasías, era realista y aquello que sentía no sería más que eso. Me gustaba creer que algún día llegaría el hombre que lograra conquistar mi corazón, que se rindiera ante mi belleza y dulzura y deseara que juntos estuviéramos hasta el final. A veces era muy poética y dejaba que mi imaginación volase muy lejos. Y tal vez por eso, odiaba la realidad donde no todo lograba salir como deseaba.

A veces temía que no llegara aquel hombre, a veces creía que lo tenía tan cerca y no era consciente de ello. En algunas ocasiones creía verlo pasar por la multitud y pensaba que lo dejaba escapar.

Me corrigió en cuanto al miedo, pero eso no cambiaba que siguiera pensado que lo tenía. Lo comprendía. A pesar de desear amar también le temía porque, como bien había dicho, ese sentimiento arrastra consigo sufrimiento y tristeza que desata a su partida.

-¿Has estado enamorada alguna vez?- tras escuchar la pregunta giré mi rostro, respiré profundamente y volví a observarle. – No- dije sin rodeos, ni frases de más. Era la verdad. Por más que hablará como si alguna vez hubiera estado enamorado no era así. Eran simples palabras de una joven soñadora que ansiaba poder descubrir el verdadero significado de ese sentimiento. Quería poder abrir mi corazón, que alguien se hiciera con él y lo cuidara. Poder olvidarme de respirar y sentir que me adentraba en el paraíso. –Pero me gustaría estarlo- Lo deseaba con tantas fuerzas, pero al mismo tiempo lograba repelerlo. Eso creía yo. Como si fuera lo opuesto a un imán. Creía que los chicos no se fijaban en mí mas yo tampoco me fijaba en ello. Solo dos habían captado mi atención. Únicamente dos en todos estos años, pero no había sentido lo suficiente, no había sido amor.

A pesar de todo, creía fielmente en que algún día me enamoraría mas no significaba que ese sentimiento fuera correspondió. Era eso lo que más temía. Que cuando por fin mi corazón decidiera amar fuera rechazada.