Happened to you? {Christopher}

Beverly siempre fue una de las pocas que podía ver heridas sin sentir náuseas mientras comía. Y es que nada podía impresionarla, a lo largo de los años ha visto una gran cantidad de accidentes, tanto en su mundo como en el muggle, por lo que, para que ella se sorprenda, debe de ser algo fuera de lo “común”. Por ejemplo, la irresponsabilidad. Una chica de tan solo quince años había llegado casi de las primeras a la enfermería, mientras Beverly acomodaba las camillas, para pedirle en secreto una prueba de embarazo. La enfermera no le juzgó ni le dijo nada, solo la miró y asintió, buscando entre sus pociones, la correspondiente. Con una aguja muy fina, pinchó uno de los dedos de la muchacha, y depositó tres gotas de sangre en el frasco, moviéndolo cinco veces en el sentido contrario de las agujas del reloj. Le indicó a la alumna que deberían de esperar diez minutos, mientras la tranquilizaba unos momentos. ¡Estaban en el siglo veintiuno y todos tenían a la mano las pociones correspondientes para evitar esto! Eso era lo que ella no comprendía, pero sabía que no era quién para regañarle. Solo atinó a darle unas cuantas palmaditas en la espalda mientras la muchacha lloraba diciendo muchas palabras sueltas. Lo bueno es que a esa hora, no iban demasiados por la enfermería, y así el tema quedaba solo en privado (Tal y como quería la muchacha). Al pasar los diez minutos, Beverly tomó la poción y esta adquirió un color azul muy brillante, indicando que era una falsa alarma.

No había palabra para describir lo aliviada que se veía la muchacha, hasta los colores volvieron a su rostro mientras abrazaba a Beverly, rogándole que no le contase nada a nadie. Ella de todas formas no lo iba a hacer, no era su estilo ir acusando a los alumnos.
Pero sí le advirtió que debía de cuidarse más, para evitar esta situación en un futuro. La alumna dijo que así lo haría y tras disimular su llanto anterior, salió de la enfermería sonriendo mucho más relajada.
La castaña negó con su cabeza mientras amarraba todo su cabello en una cola alta para que no estorbase, y se deshacía de la poción, ordenando las demás en su estante.

Apenas había acabado de ordenar sus pociones y antídotos de una forma meticulosa (Tanto que a veces llegaba a ser obsesiva con el orden) cuando se giró al escuchar unos pasos y posteriormente un susurro. — ¿Profesor LeBlanc? — Preguntó algo extrañada viendo la expresión de dolor en su rostro. Si su memoria no le fallaba, antes no había acudido a la enfermería por algún problema más que con algunos alumnos. Y lo siguiente que Beverly vio fue como Christopher se desplomaba en una de las camillas, así que se acercó rápidamente acomodándole con cuidado para su mayor comodidad. Tocó su frente, notando que no tenía fiebre y mientras levitaba un frasco, lo destapó y lo acercó a la nariz del profesor pues lo necesitaba consciente.

Si solo era algo común con ese simple aroma calmaría un poco el dolor mientras daba unos masajes en su pecho — Lo necesito consciente — Le murmuró sin retirar el frasco aún — Necesito que me diga que más sientes, otra molestia, ¿Te duele el brazo, el cuello, abdomen? — Preguntó pues necesitaba saber esos antecedentes ya que sino, no podría ayudarle del todo. Por lo menos no tenía tos, y hasta ahora podía deducir que no se trataba de un ataque cardiaco, pero podría ser otra cosa. Angina, alguna infección o quizás una Costocondritis. Para saber esta última, Beverly cerca del esternón, donde se junta con las costillas — ¿Le duele o molesta más? — Cuestionó mientras presionaba. Tampoco podía darle un antídoto a la ligera.

Cuando ya estuvo completamente segura de que el profesor se encontraba consciente, Beverly alejó el frasco, dejándolo en la mesita de al lado de la camilla. Sabía que no era un aroma demasiado agradable como para tenerlo cerca siempre y podría marearlo, algo nada recomendable en su estado. Sacó su varita de su bata blanca y con un rápido movimiento de muñeca, hizo aparecer una especie de estetoscopio mágico para escuchar los latidos del corazón del profesor, cuando él dijo que su brazo le dolía. Acomodó el aparato en sus oídos y el pecho de él mientras escuchaba atentamente. Estaba algo acelerado, así que corrió a buscar entre sus pociones y antídotos, los correspondientes. No demoró demasiado debido a que los tenía bien ordenados, y tomó uno de los frascos que contenía un líquiño añil, y el otro uno incoloro.

Negó con su cabeza al escucharle — Beba esto — Alzó la poción añil y le ayudó a medio incorporarse para que pudiese beber bien sin atorarse. — Necesita quedarse reposando unas horas, no puedo arriesgarme a que un ataque cardíaco le pille a mitad de camino — Respondió frunciendo el ceño a eso de “No necesito más”. Volvió a acomodar el aparato en sus oidos y el torax del profesor, para notar si habían cambios — ¿Desde hace cuanto sufre esto? — Preguntó viéndole, volviendo a concentrarse en lo que escuchaba. Por la poción, los latidos debían de volver a su ritmo normal pero no podía asegurarlo.

Beverly miró el techo de la enfermería para intentar dejar pasar el comentario, muchas veces había lidiado con pacientes que querían seguir solo sus ideas, pero debía de ser amable — Perdería más tiempo estando inconsciente o muerto señor LeBlanc — Respondió con simpleza, dedicándole una falsa sonrisa mientras le quitaba el frasco vacío sin preguntarle, haciéndolo desaparecer. — Pero bueno, no es extraño. Muchos le tienen miedo a la enfermería, no es su culpa — Agregó destapando el antídoto, mientras se lo extendía para que lo bebiese pues era complementario con la poción anterior.

Siguió escuchando los latidos de su corazón, notando como poco a poco este volvía a la normalidad, dejándole fuera de peligro. Era de esperarse luego de la poción, pero debía de asegurarse. Asintió al escuchar lo primero mientras se quitaba el aparato pero lo dejaba colgado en su cuello. El siguiente comentario le hizo entrecerrar los ojos mientras le mantenía la mirada. Se mordió la lengua, para no responder lo que quería en esos instantes — No pertenezco a la mitad de la población femenina que le interese eso en este castillo. Soy de la otra mitad, la normal — Respondió con simpleza, intentando no caer en esos juegos, más que nada para evitarse un dolor de cabeza. — ¿Lleva algún control que deba tener en cuenta si recae profesor? Porque si se va ahora, le informo que siente otro dolor, irá a parar a San Mungo como mínimo, tres días — Se cruzó de brazos esperando saber la decisión.

La enfermera alzó una de sus cejas mientras le escuchaba, por una parte le gustaba cuando le daban la razón, y más en casos cuando ella sí la tenía, como ahora. Pero además si él lo tomaba con humor, significaba que de verdad se sentía mucho mejor — Yo no diría corriendo — Pues por su trabajo no se demoraría tanto en ir a auxiliar al hombre, pero reclamaría mucho ya que él se habría ido bajo su propia responsabilidad. Le siguió observando con su ceja en alto ante el siguiente comentario — Es muy lógico — Comentó con algo de ironía. Odiaba el lugar que aliviaba su dolor, pero la verdad es que eran pocos a los que no le desagraban los hospitales.
Ladeó su cabeza al alcanzar escuchar lo que gruñó. Obviamente era curioso lo que dijo, pero si preguntaba podría alterarle — Tranquilícese, o deberá quedarse más tiempo en este precioso lugar — Le recordó con tranquilidad.

Beverly se alzó de hombros — No miento. Además ¿No se lo esperaba? — Preguntó incrédula, pues solo bastaba ir a los partidos de Quidditch para darse cuenta, o simplemete escuchar a las alumnas cuando llegaban murmurando. — Mmmm... no tengo idea. Los chismes y perder el tiempo no son lo mío profesor — Así de simple, a veces ella era demasiado franca. Sin contar que nunca imaginó llamarle profesor pero en fin, la vida era irónica.
Asintió lentamente — Muy bien profesor, deberá tomarlo en cuenta pero si pasa muy seguido, lo mejor sería que fuese a relizarse un chequeo completo — Pues ella ahí en la enfermería, no tenía los equipos correspondientes, sin contar que esa no era su especialidad.

Alcanzó a reprimir una sonrisa, mordiendo sus labios por dentro debido a la respuesta que obtuvo de su paciente — Entonces ya sabe que hacer — Dio por finalizado el tema. Ella sabía que él era un hombre inteligente y que no haría nada para alterarse de más. Lo vio acomodarse y luego asintió, no era quién para contradecirle ni poner en duda su palabra — Eso está bien, a veces no hay que dar tanta importancia a las cosas — Pero a veces era muy difícil, o por lo menos así pensaba ella.

La mujer negó lentamente con su cabeza, varias veces al escucharle — Superficialidades, nada más — Por lo menos ella no se fijaba en eso, pero era de ilusas creer que todos pensaban como ella, cuando la educación que recibieron como sangres puras en la mayor parte se trata de superficialidades. — Es difícil no escucharlo cuando hablan sin parar mientras vienen a visitar a a alguna amiguita — Simplemente, a veces parecían aves.
Lo miró cuando cerró los ojos y lo escuchó, mientras esbozaba una diminuta sonrisa — Y también aburre dar las mismas indicaciones a los pacientes testarudos profesor, pero en fin, es bajo su responsabilidad — Ella ya no podía hacer más. Se alejó para buscar una jarra con agua fresca y un vaso, dejándolo en la mesa que está al lado de la camilla — ¿Tiene sed o necesita algo? Que no sea irse de aquí claro — Preguntó sirviendo el agua en el vaso.

Beverly solo asintió a lo que el profesor dijo, mientras volvía a rellenar la jarra con agua por si le daba sed. Nunca se sabía con esa clase de medicamentos ya que cada organismo es distinto. Volvió a dejar la jarra en la mesa, y también volvió a rellenar el vaso mientras escuchaba lo que decía — Pero muchos no entienden aunque se les repita una y otra vez — Murmuró dejando todo en orden en esa mesa.

Pensó unos momentos antes de responderle — Ahora que lo menciona, sí, tengo algo que hacer. Y confío en que no se irá, más si lo hace, es su responsalidad — Se alzó de hombros yendo hacia su escritorio para tomar unas cuantas cosas que debía de ir a entregarle a una de las profesoras. Alzó la vista al escucharlo y asintió, rebuscando entre uno de sus cajones unas revistas de Quidditch del mes actual. Las sacó y mientras dejaba todo lo que tenía que llevar en una bolsa, fue y le extendió las tres revistas — Dos horas más, y podrá retirarse — Le sonrío haciendo un gesto con su cabeza antes de salir de la enfermería.

Tuvo que rebuscar varias veces por los salones y pasillos a la profesora, y para cuando la encontró, se demoró media hora en explicarle lo que debía hacer y como tomar la poción. Se despidió y retomó su camino a la enfermería, encontrándose con un alumno de primero. Tenía algo de temperatura así que lo llevó con ella. Nada más al llegar le recostó en una de las camillas y buscó una poción para la gripe y temperatura — Sabe mal pero te aliviarás pronto — Le susurró desordenando el cabello del pequeño. Beverly miró su reloj y vio que el profesor ya podía retirarle — Listo señor Leblanc, ya puede irse — Le anunció mientras tomaba la temperatura del alumno y este se quejaba por lo malo que salía la poción, haciéndole reír bajo.